Mirar la vida a los ojos

Nur era una princesa que vivía en lo alto de una Torre de Colores. Desde allí arriba podía ver todo el reino, y en su torre se sentía bien, segura y feliz. Tenía todo lo que una princesa podía desear: amigos, juguetes, fiestas, teatro, príncipes azules…
La princesa era muy apreciada y querida por todo el reino, aunque algunos decían que era demasiado soñadora y que perdía el tiempo leyendo libros y contando cuentos. Y es que a Nur le encantaba actuar y disfrazarse, y siempre se inventaba historias que contaba a los más pequeños y a todos lo que querían escucharla. “Lo que tiene que hacer una princesa es prepararse para gobernar el Reino”- le decían los más sabios-.
¿Alguien había pensado en lo que ella realmente quería? ¿Había pensado ella en cómo quería que fuera su vida? Durante sus 27 años, se había limitado a seguir los pasos de la gente que quería, había estudiado mucho, había aprendido buenos modales y a comportarse como una princesa. Y con todo eso, había escondido sus propios sueños en un cajón, esperando poder contemplarlos algún día. Nur estaba ya cansada de la torre y anhelaba cruzar sus muros, ser una gran actriz, y vivir su vida sin depender de los demás.
Cada noche, la princesa, se asomaba a la ventana a contemplar las estrellas y a imaginar cómo se verían desde otro lugar. Una de esas noches, una estrella fugaz, dejó en el alfeizar de su ventana un ojo de cristal. Era un ojo mágico y a través de él podías ver todo lo que ya habías vivido. A través de ese ojo, la princesa, pudo ver la vida que llevaba en esa Torre de Colores. Al verse allí, encerrada en ese mundo, tan cómoda, sin riesgos, sin aventuras… Sintió un gran vacío en su interior. Y entendió que no podía quedarse allí más tiempo. Quería mirar la vida a los ojos y no desde una Torre.
No sabía qué había fuera y no le importaba. Estaba decidida a aceptar el riesgo y a andar lo que hiciera falta. Sabía lo que dejaba atrás, y aunque sintió tristeza por su familia, por el príncipe azul y por sus amigos, pensó que ellos lo entenderían. Al fin y al cabo, se trataba de un “Hasta luego”, ya que siempre podría volver a su hogar.

Nur no necesitaba mucho para viajar. Unas cuantas mudas, un poco de comida y agua para el camino, algo de oro, y ese ojo de cristal, que se convirtió en su amuleto.

Justo cuando lo tenía todo preparado, apareció una bandada de pájaros que la esperaban para que volara con ellos. Y se la llevaron lejos de su Reino. Nur veía como la Torre cada vez se hacía más y más pequeña, y como había un más allá, más allá del Reino.
Estaba emocionada.

Después de horas de vuelo, los pájaros la dejaron en una gran ciudad, a orillas del Mar Mediterráneo, Barcino. No tenía dónde ir, no conocía la ciudad, se sentía perdida y empezó a dudar de su decisión. “Quizá tendría que haberlo pensado mejor”- se decía- “¿Qué será de mí aquí?” Entonces, recordó que llevaba el amuleto al cuello, y miró a través de ese ojo de cristal, y recordó que lo que dejaba atrás ya no le servía, al menos por ahora.
Más tranquila y segura, anduvo por las calles de Barcino, sin rumbo, dejándose asombrar por la belleza de la ciudad. Pero el tiempo corría y la noche iba llegando. “¿Dónde dormiré?” Nur iba por las calles en busca de alguna posada donde poder pasar la noche, cuando se le acercó una mujer morena, con profundos ojos negros…

  • – Muchacha, ¿te has perdido?
  • – Acabo de llegar a la ciudad y no tengo dónde pasar la noche…
  • – No te preocupes. Mi casa no es muy grande pero hay sitio para las dos. Puedes quedarte conmigo, me hará bien un poco de compañía.

Nur, no lo dudó. No conocía a la mujer, pero tenía algo que le resultaba familiar y le daba confianza, su corazón le dijo que la siguiera, y el corazón no miente.
Se instaló en casa de Luz de Día, que así se llamaba la misteriosa mujer. Y allí se quedó unos días, descubriendo y conociendo la ciudad que se abría a sus pies.
Pronto, decidió buscar trabajo como actriz, al fin y al cabo, lo que mejor sabía hacer era contar historias y ponerse en la piel de otros personajes. Y aquí, la suerte, si es que existe, también le fue generosa.
En una de las plazas de la ciudad, se encontraba una compañía de cómicos preparando las cosas para empezar un espectáculo. Nur se acercó a ellos y escuchó que todos discutían airados. Una de las cómicas se había marchado sin decir nada, la función empezaba en una hora y necesitaban a alguien para sustituirla. Nur no lo dudó, se acercó a ellos y se ofreció. En una hora, lo tenía todo listo. La función tuvo mucho éxito, y esos cómicos, que eran muy conocidos en la ciudad, la contrataron para su compañía.
Con el dinero que ganaba trabajando con la compañía de teatro, Nur pudo alquilar un bonito piso en un barrio de Barcino, cerca del Mar. Desde su ventana, todas las mañanas podía ver el mar y sentir el olor a salitre.
Pronto empezaron a buscarla de más compañías de teatro para trabajar, e incluso, le salió un contrato para rodar una película de cine que tuvo mucho éxito. Nur sentía que todo le iba bien profesionalmente y estaba satisfecha y feliz. Su proyecto de ser actriz se había cumplido, había descubierto una nueva ciudad, estaba aprendiendo nuevas formas de hacer teatro, seguía contando historias y ayudando a la gente a través de ellas, tenía amigos… Solo echaba de menos el amor…
Muchas veces pensaba en el príncipe que había dejado atrás en el Reino. Nur deseaba que se reuniera con ella en Barcino. Por las noches, seguía asomándose a la ventana, ahora de su bonito piso cerca del mar, para ver las estrellas, y se preguntaba, si él también las estaría mirando.
Una mañana, tocaron a la puerta. A penas acababa de salir el sol, y el cielo aún estaba teñido de malva. Nur, abrió la puerta y encontró a su príncipe al otro lado. Le esperaba con una gran sonrisa y un inmenso abrazo. Los corazones de ambos latían deprisa, llenos de emoción, y sus latidos podían escucharse desde toda Barcino. Al final, el amor siempre te devuelve lo que le das.
No se sabe como terminará el cuento. Puede que el Príncipe se quede en Barcino, puede que Nur vuelva a su Torre, puede que cada uno ande su propio camino… Pero eso ya son cosas del futuro, y el mañana es demasiado inseguro para planes.
Nur fue a por lo que quería… Y eso es lo que cuenta.

– FIN –
Nuria García