themify-updater
domain was triggered too early. This is usually an indicator for some code in the plugin or theme running too early. Translations should be loaded at the init
action or later. Please see Debugging in WordPress for more information. (This message was added in version 6.7.0.) in /home3/allrebor/public_html/gestual/wp-includes/functions.php on line 6114themify
se activó demasiado pronto. Esto suele ser un indicador de que algún código del plugin o tema se ejecuta demasiado pronto. Las traducciones deberían cargarse en la acción init
o más tarde. Por favor, ve depuración en WordPress para más información. (Este mensaje fue añadido en la versión 6.7.0). in /home3/allrebor/public_html/gestual/wp-includes/functions.php on line 6114Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.
Poeta español, Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe (Tábara, Zamora 11 de abril de 1884 – Ciudad de México 18 de septiembre de 1968).
Existe una gran reflexión en el poema de León Felipe.
Despertar, salir de aquellos miedos y barreras impuestas. Descubrirte a ti para ser una persona más y más auténtica. Vivir tus valores y virtudes … y compartirlos con tu entorno. Esta es una mirada hacia ti mismo, hacia ti misma muy diferente. Esta mirada te potencia, te anima, te motiva y en consecuencia impregnas de esta energía a las personas con las que convives y ellas a muchas otras más. ¿Cuánto de diferente es vivir así?.
Despierta de este sueño impuesto y vívete, disfruta de quien eres.
]]>Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es
alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para
quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Había aprendido a hacer
caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo. Así que lo
dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir. Un
poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores
encantadores. La rodeaba por completo una especie de pequeña valla de madera lustrada.
Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y
sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en aquél lugar. El buscador traspasó
el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas
como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle
de aquel paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió
aquella inscripción sobre una de las piedras:
Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una piedra:
era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel
lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también
tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía:
Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas
El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Aquel hermoso lugar era un cementerio, y
cada piedra era una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones
similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que lo conectó con el
espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once
años… Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó. Lo miró llorar durante un rato en
silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
– “No, por ningún familiar”, dijo el buscador. “¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan
terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar?
¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que les ha obligado a construir un
cementerio de niños?”
El anciano sonrió y dijo:
– “Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja
costumbre. Le contaré…: cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una
libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros
que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta
y anota en ella:
A la izquierda, qué fue lo disfrutado… A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo…
Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer
de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media…? Y después, la emoción del
primer beso, el placer maravilloso del primer beso… ¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del
beso? ¿Dos días? ¿Una semana? ¿Y el embarazo y el nacimiento del primer hijo…? ¿Y la boda
de los amigos? ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país
lejano? ¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones? ¿Horas? ¿Días?
Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos… Cada momento.
Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo
disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es para nosotros el único y verdadero
tiempo vivido”.
Jorge Bucay
Autora texto: Angie Albelda
Texto registrado
Pero la alfombra se sentía cansada. Cansada de soportar el peso de la robusta mesa de madera de roble que los habitantes de aquella casa habían colocado sobre ella. Se sentía también triste, cuando a veces la pisoteaban con pies enfurecidos que al final acababan por reposar relajados en el mullido sofá…
Pese a todo esto, a la alfombra le gustaba aquel lugar y de vez en cuando charlaba con sus compañeros y estaba de acuerdo con ellos cuando comentaban lo mucho que apreciaban los rayos de sol que recibían durante el día y los prolongados momentos de soledad que afortunadamente tenían. Pero por las noches y en la oscuridad del silencio, la alfombra notaba con más fuerza el peso de la mesa. Le dolían los huesos, el alma, el corazón. Sentía en esos momentos una inmensa soledad y un inmenso frío pese a que yacía sobre un cálido suelo de madera…
Y sucedió un día que la casa donde la alfombra había vivido tantos años, cambió de habitantes y decidieron sustituir a sus viejos compañeros por otros más nuevos y modernos. El equipo de música que tantas veces había alegrado las tardes de aquel salón, se despedía de la estantería, de la mesa, del sofá, de la alfombra, con lágrimas en los ojos y sollozaba un réquiem que sólo la alfombra y sus queridos compañeros podían percibir. Todos fueron sustituidos y abandonados en un vetusto y mugriento almacén donde tarde o temprano acabarían hechos jirones…
Sólo la alfombra se salvó y fue trasladada a otra estancia. Doblada como si fuera una neula de chocolate cubierta de polvo, fue introducida en un largo y estrecho armario blanco. Sola, en la oscuridad, pasó días y días intentando hablar con su nuevo compañero, pero por lo visto no se entendían…pues nunca recibía respuesta.
Tras varias semanas de desesperación, pasó que al final la alfombra se dio cuenta de que echaba de menos su antigua vida: el peso de la mesa que había soportado durante años, ya no le parecía tan insoportable, el tacto furioso de los pies ennegrecidos que tanto le había entristecido antes, ahora le parecía reconfortante e incluso lo recordaba con ternura y las charlas con sus viejos compañeros de salón le hacían saltar lágrimas de nostalgia. Aquella había sido su vida y en ese preciso momento se percató de que, también ella, había sido útil para la vida de otros y dejándose caer doblada y derrotada en un rincón del fondo del armario recordó con melancolía el cálido suelo de madera donde siempre había dormido y comprendió.
Elena Peral
Nur no necesitaba mucho para viajar. Unas cuantas mudas, un poco de comida y agua para el camino, algo de oro, y ese ojo de cristal, que se convirtió en su amuleto.
Justo cuando lo tenía todo preparado, apareció una bandada de pájaros que la esperaban para que volara con ellos. Y se la llevaron lejos de su Reino. Nur veía como la Torre cada vez se hacía más y más pequeña, y como había un más allá, más allá del Reino.
Estaba emocionada.
Después de horas de vuelo, los pájaros la dejaron en una gran ciudad, a orillas del Mar Mediterráneo, Barcino. No tenía dónde ir, no conocía la ciudad, se sentía perdida y empezó a dudar de su decisión. “Quizá tendría que haberlo pensado mejor”- se decía- “¿Qué será de mí aquí?” Entonces, recordó que llevaba el amuleto al cuello, y miró a través de ese ojo de cristal, y recordó que lo que dejaba atrás ya no le servía, al menos por ahora.
Más tranquila y segura, anduvo por las calles de Barcino, sin rumbo, dejándose asombrar por la belleza de la ciudad. Pero el tiempo corría y la noche iba llegando. “¿Dónde dormiré?” Nur iba por las calles en busca de alguna posada donde poder pasar la noche, cuando se le acercó una mujer morena, con profundos ojos negros…
Nur, no lo dudó. No conocía a la mujer, pero tenía algo que le resultaba familiar y le daba confianza, su corazón le dijo que la siguiera, y el corazón no miente.
Se instaló en casa de Luz de Día, que así se llamaba la misteriosa mujer. Y allí se quedó unos días, descubriendo y conociendo la ciudad que se abría a sus pies.
Pronto, decidió buscar trabajo como actriz, al fin y al cabo, lo que mejor sabía hacer era contar historias y ponerse en la piel de otros personajes. Y aquí, la suerte, si es que existe, también le fue generosa.
En una de las plazas de la ciudad, se encontraba una compañía de cómicos preparando las cosas para empezar un espectáculo. Nur se acercó a ellos y escuchó que todos discutían airados. Una de las cómicas se había marchado sin decir nada, la función empezaba en una hora y necesitaban a alguien para sustituirla. Nur no lo dudó, se acercó a ellos y se ofreció. En una hora, lo tenía todo listo. La función tuvo mucho éxito, y esos cómicos, que eran muy conocidos en la ciudad, la contrataron para su compañía.
Con el dinero que ganaba trabajando con la compañía de teatro, Nur pudo alquilar un bonito piso en un barrio de Barcino, cerca del Mar. Desde su ventana, todas las mañanas podía ver el mar y sentir el olor a salitre.
Pronto empezaron a buscarla de más compañías de teatro para trabajar, e incluso, le salió un contrato para rodar una película de cine que tuvo mucho éxito. Nur sentía que todo le iba bien profesionalmente y estaba satisfecha y feliz. Su proyecto de ser actriz se había cumplido, había descubierto una nueva ciudad, estaba aprendiendo nuevas formas de hacer teatro, seguía contando historias y ayudando a la gente a través de ellas, tenía amigos… Solo echaba de menos el amor…
Muchas veces pensaba en el príncipe que había dejado atrás en el Reino. Nur deseaba que se reuniera con ella en Barcino. Por las noches, seguía asomándose a la ventana, ahora de su bonito piso cerca del mar, para ver las estrellas, y se preguntaba, si él también las estaría mirando.
Una mañana, tocaron a la puerta. A penas acababa de salir el sol, y el cielo aún estaba teñido de malva. Nur, abrió la puerta y encontró a su príncipe al otro lado. Le esperaba con una gran sonrisa y un inmenso abrazo. Los corazones de ambos latían deprisa, llenos de emoción, y sus latidos podían escucharse desde toda Barcino. Al final, el amor siempre te devuelve lo que le das.
No se sabe como terminará el cuento. Puede que el Príncipe se quede en Barcino, puede que Nur vuelva a su Torre, puede que cada uno ande su propio camino… Pero eso ya son cosas del futuro, y el mañana es demasiado inseguro para planes.
Nur fue a por lo que quería… Y eso es lo que cuenta.
– FIN –
Nuria García